Todas las noches me pongo un escudo en el alma. Es invisible, pero me envuelve con una protección que no deja de sorprenderme. Sean cuales sean los embates del mundo, mi escudo no falla.
Si durante el día me he quebrado discutiendo, faltando a la caridad, incluso gritando ... por la noche, con mi escudo me recompongo; a los pies de María, humildemente, con mis miserias, con todo mi ser. Sobre todo, con Su secreto : la humildad. Aunque no sea fácil, vale la pena despojarse de todo para que Ella, con cada Ave María, me haga sentir intensamente su cercanía.
El Rosario es un escudo de Gracia que rodea el alma y fortalece el corazón; te recupera en tu dignidad de hijo de Dios, te recuerda quién eres, el amor que Dios tiene por ti desde toda la eternidad y que se hace -en María- humano, cercano, asequible.
En María encuentras el espejo que buscas para aprender a amar. Una escuela de amor que, en los momentos difíciles, te abre el camino y, en los alegres, te enseña a gozar en la Paz de Jesús.
Y el Rosario es la puerta de entrada a ese abismo de amor. Una oración repetitiva, no una oración aburrida. Lo que se repite en el Rosario es el amor único e incansable que María tiene por cada uno de nosotros. En cada cuenta que pasamos, María nos susurra su amor. Dios te salve, María ... "¡Te amo, hijo, te amo, hija !". Percibir esto al rezar el Rosario depende de nuestra capacidad de abrir el corazón; una vez lo experimentemos, no querremos abandonarlo más.
Si durante el día me he quebrado discutiendo, faltando a la caridad, incluso gritando ... por la noche, con mi escudo me recompongo; a los pies de María, humildemente, con mis miserias, con todo mi ser. Sobre todo, con Su secreto : la humildad. Aunque no sea fácil, vale la pena despojarse de todo para que Ella, con cada Ave María, me haga sentir intensamente su cercanía.
El Rosario es un escudo de Gracia que rodea el alma y fortalece el corazón; te recupera en tu dignidad de hijo de Dios, te recuerda quién eres, el amor que Dios tiene por ti desde toda la eternidad y que se hace -en María- humano, cercano, asequible.
En María encuentras el espejo que buscas para aprender a amar. Una escuela de amor que, en los momentos difíciles, te abre el camino y, en los alegres, te enseña a gozar en la Paz de Jesús.
Y el Rosario es la puerta de entrada a ese abismo de amor. Una oración repetitiva, no una oración aburrida. Lo que se repite en el Rosario es el amor único e incansable que María tiene por cada uno de nosotros. En cada cuenta que pasamos, María nos susurra su amor. Dios te salve, María ... "¡Te amo, hijo, te amo, hija !". Percibir esto al rezar el Rosario depende de nuestra capacidad de abrir el corazón; una vez lo experimentemos, no querremos abandonarlo más.
Por Georgina Trías
2 Comentarios:
Gracias por su reflexión, me ayuda y anima a seguir rezando el rosario.
Andres- Chile
padre joseluis dios lo siga bendiciendo en todo momento. y gracias a dios por todas las bendiciones tan grandes que tiene para todo su pueblo. dios lo siga iluminando en este llamado. atte. paulino
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