lunes, julio 28, 2008

DEL APLAUSO A LA ALABANZA (Por Cesar Padilla)

¡Aplaudan felices, pueblos del mundo! ¡Alaben a Dios con alegría! ¡El Dios altísimo es el Rey de toda la tierra y merece toda honra! Sal 47, 1-2Estaba parado, aplaudiendo, en ocasiones riendo y escuchando algunos cantos a los que se referían como cantos de alabanza... lo cual me llevó a reflexionar sobre lo que es la verdadera alabanza y a su vez, la importancia de ser hombres y mujeres de alabanza constante.Al detenerme a pensar en lo que es alabanza y cómo encontramos a través de la Palabra de Dios distintas experiencias de lo que es, creo que en varios momentos depreciamos su valor y nos quedamos en los atrios de lo que podría ser. No entiendo a un Rey David haciendo cantitos de aplauso y mímica después de haber sido enaltecido y dignificado por el Amor de Dios. Me cuesta trabajo pensar que el pueblo de Israel, después de haber librado el dominio del Faraón se reuniera para cantar: “Están los cocodrilos, el orangután, un par de ...” Veo en los pasajes de la Escritura un estallido de gratitud a nuestro Dios, reconociendo quién es. Sin duda alguna, prorrumpieron en cantos de júbilo, como lo relata el libro de Josué en el capítulo 6 versículo 5. Fue tan fuerte el poder de su alabanza, que fue capaz de derrumbar los muros de Jericó. Es decir, que en la alabanza existe un poder incalculable de derrumbar lo que para el hombre es imposible. Y ¿por qué? Pues porque es reconocer la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. Es dar a Dios el lugar que merece y lugar por el cual le llamamos Señor, Maestro, Rey, único Dios.Por otra parte, reconozco que hay cantos que ayudan a la animación y ambientación de ciertos momentos, sin embargo, no debemos llamarlos cantos de alabanza, porque sería reducir por mucho la alabanza a un momento de diversión o de dinámicas cantadas. La alabanza debe ser en todo momento una expresión gozosa del paso del Amor de Dios por nuestras vidas. No cabe duda en mi mente que el Amor de Dios transforma toda nuestra realidad personal en un antes y después y nos mueve a reconocer quién es Él, por ello, todo nuestro ser se une a decirle Santo, Bendito, Fuerte, Victorioso... Además de esto, la alabanza debe ser como una actitud permanente de oración, toda nuestra vida debe ser una alabanza continua a este Dios de Amor. Que tu canto de alabanza sea eso y eso nada mas. Como nos hace referencia el Salmo 100, entramos por sus puertas con gratitud (acción de gracias) y por sus atrios con himnos de alabanza. Esforcémonos por darle a nuestro Dios, lo mejor que tenemos y no encapsulemos a la alabanza en cajitas que no le pertenecen. Dejemos que sea el Espíritu el que nos mueva a alabarle.Cuando Dios introduce "a su Primogénito en el mundo, dice: 'adórenle todos los ángeles de Dios’" (Hb 1, 6). Su cántico de alabanza en el nacimiento de Cristo no ha cesado de resonar en la alabanza de la Iglesia: "Gloria a Dios..." (Lc 2, 14). CIC 333CIC – Catecismo de la Iglesia Católica

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