
El silencio predispone el alma a la escucha de la Voluntad de Dios, el corazón encuentra reposo y nuestra mente encuentra deleite en gustar las cosas de Dios.
¡Qué importante es saber hacer silencio! El silencio que no sólo implica no emitir palabra, sino que es ante todo una actitud orante y de fe.
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